Elecciones 2025: cómo interpretar los resultados de cara a la conformación del nuevo Congreso
La modalidad de recuento no determina el futuro parlamentario tanto como los movimientos que ocurrirán en ambas Cámaras tras el 26 de octubre.
Por Fernando Brovelli
La tensión financiera configuró una serie de interpretaciones sobre las elecciones 2025 que, en definitiva, continúan siendo legislativas. Por fuera de la expectativa en la reacción del mercado, el Gobierno comenzó a construir su objetivo pos electoral: recuperar los vínculos con las provincias que le concedieron los votos para permitirle triunfos parlamentarios en 2024. Esa necesidad de negociación del oficialismo será independiente de la nueva composición que tendrá el Congreso desde el 10 de diciembre.
Aún con un resultado positivo, La Libertad Avanza no conseguirá el tercio en ninguna de las Cámaras que le permita blindar sus vetos. Mucho menos el número para el quorum. Incluso, la cantidad de diputados violetas que se reflejen en la noche del 26 de octubre no serán los mismos dos meses después, dado que el espacio libertario sostiene coaliciones con gobernadores del PRO y la UCR que no se replicarán en el Congreso con la misma lógica que la extinta Juntos por el Cambio. Aunque las bancadas se mostraron cercanas, no dejan de ser dirigentes con su propia pertenencia partidaria, con los que hay que acordar antes que imponer.
Es por eso que, de no mediar una sorpresa en los resultados, la porteña Sabrina Ajmechet, la entrerriana Alicia Fregonese o el bonaerense Diego Santilli ingresarían por la lista oficialista pero se integrarían a la bancada del PRO; mientras que la mendocina Pamela Verasay o el chaqueño Guillermo Agüero se incorporarían a la de la UCR. Allí aparece una nueva posibilidad de bloque “naranja” (la mezcla entre rojo y amarillo): que el sector bullrichista del PRO y los denominados “radicales con peluca” conformen un bloque separado, con expresa alineación libertaria.
Sin importar las denominaciones, el peronismo seguiría siendo la principal fuerza de ambas cámaras, lo que se le presenta principalmente como un desafío. Su competitividad electoral, que incluso le posibilitaría ganar en provincias en las que perdió en 2023, radica en la nitidez opositora que siempre mostró, pero es justamente esa cualidad la que provoca una ecuación de suma cero en el Congreso: el menospreciado centro será quien destrabe las posturas. Más allá de reincorporar a los desprendidos, otro objetivo tras la elección es contener las rupturas en una bancada en donde las tribus no esconden sus enojos. Hasta ahora, Unión por la Patria lo logró con solvencia.
En el centrismo, expresado en Provincias Unidas, ya piensan en 2027: creen que esa elección es un primer paso para posicionarse como alternativa electoral presidencial. Más allá de que anticipan derrotas en distritos claves (ciudad y provincia de Buenos Aires), se esperanzan con triunfos en Córdoba, Santa Fe, Corrientes y Jujuy que les permitan construir un gran bloque y así pasar del actual sendero centrista -cooptado por la polarización- a una posible ancha avenida con colores y semblante similar a la de Juntos por el Cambio.
Las actuales bancadas de Encuentro Federal y Democracia para Siempre prácticamente se anexarían a este sello y convivirían dentro del espacio el peronismo (Schiaretti), el radicalismo (Lousteau) y el PRO (Scaglia). Es posible anticipar que la Coalición Cívica querrá incorporarse a este espacio. Distinto es el caso de otras fuerzas provincialistas, como la sanjuanina Producción y Trabajo o las nucleadas en Innovación Federal (integrado por rionegrinos, misioneros y salteños), que sostienen una postura más dialoguista con el Ejecutivo. Aunque no tienen margen de crecimiento, sí tienen capacidad de definición y hasta el momento no perdieron la paciencia con el oficialismo.