Protección Constitucional de la vida desde la concepción
En el derecho argentino es imposible autorizar el aborto, porque desde 1994 existe un límite constitucional que lo impide. En defensa del derecho a la vida de las personas por nacer se pronunció, entre otros, el actual presidente Macri
RICARDO LECONTESorprende que hoy se agite en el país la posibilidad de sancionar la legalización del aborto. Se difunde que habrá una Sesión Especial de la Honorable Cámara de Diputados el próximo 8 de marzo. En el derecho argentino es imposible autorizar el aborto, porque desde 1994 existe un límite constitucional que lo impide.
En 1984, durante la presidencia del Dr. Raúl Alfonsín, el Congreso Nacional sancionó la ley 23.054 que aprobó la “Convención Americana sobre Derechos Humanos”, conocida igualmente como “Pacto de San José de Costa Rica”. En su artículo 4, que trata “El Derecho a la Vida”, dice: “1. Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho está protegido por ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente.”
Posteriormente, en el año 1990, durante la presidencia del doctor Carlos Menem, se sancionó la Ley 23.849 que aprueba la “Convención de los Derechos del Niño”, adoptada por la Asamblea de las Naciones Unidas el 20/10/89.
En el artículo 2º de la ley 23.849 el Congreso Nacional hace la siguiente interpretación auténtica: “Con relación al artículo 1º de la Convención sobre los Derechos del Niño, la República Argentina declara que el mismo debe interpretarse en el sentido que se entiende por niño todo ser humano desde el momento de la concepción y hasta los 18 años de edad.” En el artículo 6º, la Convención ratifica que “Los Estados Partes reconocen que todo niño tiene derecho intrínseco a la vida”. Hasta ahí regían dos normas que protegían la vida desde la concepción, sin duda alguna. Pero una ley podía ser modificada por otra.
Pero en la reforma constitucional de 1994,- fruto del llamado “Pacto de Olivos” acordado por el expresidente Raúl Alfonsín (UCR) y el Presidente Carlos Menem (PJ),- se incorporaron a la Constitución Nacional varios convenios internacionales, entre ellos expresamente la “Convención Americana sobre Derechos Humanos o Pacto de San Jose de Costa Rica” y la “Convención sobre Derechos del Niño” .
Estando vigentes tales normas constitucionales, el Congreso Nacional carece de toda aptitud para aprobar una ley que legalice el aborto y permita el homicidio de un indefenso niño por nacer, cuya vida está protegida por la Constitución Nacional.
El artículo 75º inciso 22, incorporado a la Constitución Nacional, dice, refiriéndose a los convenios internacionales incluidos en su texto: “en las condiciones de su vigencia, tienen jerarquía constitucional, no derogan artículo alguno de la primera parte de esta Constitución y deben entenderse complementarios de los derechos y garantías por ella reconocidos.”
En defensa del derecho a la vida de las personas por nacer y en contra del aborto se ha pronunciado el Presidente Mauricio Macri. De igual manera lo han hecho los expresidentes Cristina Fernández de Kirchner, Néstor Kirchner, Eduardo Duhalde, Fernando de la Rúa, Carlos Menem y Raúl Alfonsín.
Pero por encima de posiciones controvertidas difundidas en los últimos tiempos, no hay dudas sobre la imposibilidad jurídica de aprobar la legalización del aborto en la Argentina. Y en buena hora que así sea. * Ricardo G. Leconte – L.E. Nº 5.642.458 Exgobernador de Corrientes.
Cuántas veces escuchamos esa frase: “déjalo ser”, refiriéndonos a los niños o adolescentes que, en nombre de su libre albedrío, quieren actuar o desempeñar un papel que contradice, no conforma o no aprueban sus guías o educadores.
“Déjalo ser” suele utilizarse como defensa o aprobación tácita para dejarlos probar o intentar lo que se han propuesto hacer. Suele ser un incentivo, un impulso o un empujón para dejarlos continuar. Y los padres, aunque dudosos o temerosos, desisten de la oposición y se avienen a dejarlos ser o hacer.
Sucede que en la vida se presentan muchas circunstancias, vivencias y experiencias que son resistidas por diversos motivos y limitaciones, que pueden definir el transcurrir de la misma y tal vez modificarla definitivamente.
Esto (por ejemplo) sucede cuando una mujer se enfrenta a la posibilidad de un aborto. Y solo pasa cuando sus esperanzas se acortan y sus pensamientos se oscurecen, enturbiados por situaciones dolorosas, por caminos que se obstruyen, provocando que la angustia y el desamparo les apriete el corazón, asfixiándolas en su abandono, dejándolas a la deriva, sin rumbo, guía, u orientación alguna. Nadie aborta por gusto o capricho, nadie se deshace de un niño, “su niño”, sin un motivo desolador y dañino que obnubila el pensamiento y no deja decidir con libertad.
Porque no es libre quién está o se siente atado a una situación que no sabe o no puede resolver. Sólo lo es quién puede pensar y evaluar con conocimientos y posibilidades.
Sin medios y sin ayuda orientativa, la mujer queda a merced de los que para no comprometerse ni involucrarse le aconsejan “eliminar el problema”. Así se lavan las manos, como Pilato (con sangre inocente) y se desentienden de tener que ayudar, asistir, escuchar, acompañar y a lo mejor solventar algún gasto de tiempo propio y/o dinero, necesario para apuntalar a la necesitada de comprensión y ayuda. Cuando se desaconseja en éstos términos, se olvida que la mujer en esas circunstancias, después deberá enfrentar sola, su conciencia dolorida y angustiada por un acto realizado con desesperación y sin una mano amiga. Dolor y pena que tendrá que sobrellevar de por vida sin el acompañamiento de sus supuestos benefactores.
Los psiquiatras y psicólogos saben muy bien que el dolor y la culpa no abandonan y que la marca es indeleble, imborrable. De esto tan lastimoso nos olvidamos cuando tocamos el tema del aborto, por sí o por no.
Todo es mucho más complicado que una simple intervención quirúrgica, hay un niño de por medio, que ya está, solo le falta tiempo para seguir adelante y poder decir “mamá”. Y también hay una madre que sufrirá de por vida si no se la ayuda a enfrentar las duras circunstancias que la están obligando a desligarse de un pedacito de su carne que ya tiene vida propia.
El lema no debiera ser “ni una menos”, sino “ninguno menos” , porque debemos salvar a los dos, a la madre y al hijo, a ese pequeño que no puede hablar, y abogar por su vida para defenderla. Porque no hay ningún problema que no pueda resolverse, salvo la muerte y este ronda no solo a la progenitora, sino también al niño.
El mejor consejo: “déjalo ser”, déjalo desarrollarse, déjalo convertirse en lo que está predestinado a ser, y serás feliz junto a él.