Para que emerja una riqueza de pueblo y una grandeza de nación
Jueves, 12 de diciembre de 2013
La iglesia chaqueña rechaza el vandalismo y la violencia
En un mensaje titulado “Para que emerja una riqueza de pueblo y una grandeza de nación”, el arzobispo de Resistencia Ramón Dus condena el vandalismo y la violencia que afecta al país en estos días, a la vez que lamenta la pérdida de vidas y convoca en vísperas de las celebraciones navideñas - al diálogo y la búsqueda de consensos para superar los conflictos sociales.
El comunicado está redactado en los siguientes términos:
1. El arzobispo de la arquidiócesis de Resistencia, con el presbiterio, reunidos para su encuentro de Adviento, queremos aportar nuestra reflexión sobre los acontecimientos que nos han preocupado en estos últimos días y que son de dominio público. Nos motiva el deseo de continuar buscando el encuentro de todos, el diálogo que da frutos y Ia búsqueda de consensos superadores, para resolver nuestros conflictos. Nos sentimos cercanos al sufrimiento de personas que fueron víctimas de los saqueos, pero lamentamos más Ias pérdidas de vidas humanas que enlutan nuestra convivencia social. Condenamos todo tipo de vandalismo y violencia cuyo único efecto es encerrarnos en una espiral que ahoga y mata, como lo muestra el momento presente.
2. Nos parece necesario actuar de una manera urgente y eficaz en Ia coyuntura, a fin de terminar con el avasallamiento y el temor provocado en Ia población en general, por Ia delincuencia que ha ganado Ias calles. Que los responsables de Ia seguridad extremen Ias medidas preventivas y acciones conducentes a defender Ias vidas de los ciudadanos, el trabajo y el capital privado que está en riesgo.
3. Corresponde al mismo tiempo, defender el camino democrático elegido como Nación y renovar entre todos Ia responsabilidad por fortalecerlo. En este marco, nos parece muy importante que los dirigentes sociales y políticos testimonien una mayor coherencia en Ias responsabilidades asumidas ante Ia gente, tanto en Ia conducción como en Ia administración de los recursos, cuyas carencias provocan una reacción social crítica. Nos urge tomar conciencia de los derechos y obligaciones que cada uno tenemos, para no perder representatividad en los roles sociales y responsabilidad en Ias tareas que nos corresponden.
4. Nuestro compromiso fundamental en el orden civil lo constituyen Ia República, Ia Constitución y Ias leyes y Ia democracia como sistema político. De aquí nace nuestro empeño por defender Ias instituciones que sostienen nuestro orden social. Resulta también justo que todos, comenzando por Ias instancias que desempeñan una responsabilidad social y / o política asuman el deber de generar el diálogo, de escuchar los reclamos para encontrar consensos que garanticen Ia dignidad y el bienestar de todos. Un clima sereno permite que Ias palabras, los gestos o Ias opiniones no susciten violencia que nos lleven a confrontar los derechos y Ias obligaciones. Nos debemos entre todos el compromiso urgente por Ia educación en valores sociales y civiles, como camino esencial para Ia vida en justicia social.
5. No podemos dejar de recordar el mensaje reiterado de Ia Iglesia en favor de Ia “amistad social”. Solamente el perdón y la aceptación del otro diferente, pero hermano al mismo tiempo, nos puede llevar a una “unidad de nación” tan necesaria para superar Ias dificultades y para proyectar un futuro que incluya a todos en un crecimiento equitativo, buscando el bien común, pero priorizando a los que menos tienen.
6. Pero por sobre todo, como comunidad eclesial, queremos apuntar al cambio más profundo: el del corazón y el de los sentimientos. Nuestro compromiso nace de Ia fe, porque somos cristianos, pero también quiere dirigirse a todo hombre y mujer de buena voluntad que en su conciencia y vida aspira y construye un mundo más humano y más fraterno. Que Ia paz, junto con el bien de todos y de cada uno, emerja como riqueza del pueblo que somos, y como signo de grandeza de la nación que entre todos nos debemos como una deuda recíproca.
7. EI Papa Francisco en su primera comunicación a Ia Argentina nos dejó en los oídos y en el corazón un consejo y un mandato: “Cuídense unos a otros”. En este momento, estas palabras suenan aún más que oportunas. Miremos también a Ia Iglesia de Jesús, con su imagen, aquella de “una tienda de campaña después de una batalla”. Necesitamos entre todos buscar modos para curar nuestras heridas sociales, porque hay tantas necesidades en nuestras familias, hay hambre de futuro en nuestros jóvenes y hambre de justicia en muchos corazones. Necesitamos sanar nuestros vínculos entre vecinos, en nuestros ámbitos de encuentro, entre los que pensamos distinto, entre los que tenemos distintas tradiciones religiosas. Necesitamos sanar nuestros miedos y arriesgar a dar el primer paso hacia el encuentro.
8. Creemos que Ia luz de Ia Navidad, ya cercana, puede brillar más nítida en estas “tierras de sombras” porque “un niño nos ha nacido”, “un hijo nos ha sido dado” (is 9,1.5). La palabra de Dios hace triunfar Ia esperanza también hoy y ahora, para que nuestra historia de pueblo madure en frutos que hagan olvidar Ias penas y el desánimo. Que suene con más fuerza esta vez, y con más verdad, el canto de los ángeles en Navidad que anuncian Ia cercanía de nuestro Dios: “Gloria a Dios en el cielo, y en Ia tierra paz a los hombres amados por él, paz a los hombres y mujeres de buena voluntad” (cf. Lc 2,14).