Jueves, 2 de Mayo de 2024
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Roberto Caballero
Domingo, 2 de junio de 2013
Salvando las distancias
La Nación y el fenómeno de proyección. El Libro Negro de Perfil. De Narváez contra la reforma. Cablevisión y el pianito.





El editorial de La Nación titulado "1933", publicado 48 horas después de que el gobierno llenara Plaza de Mayo y aledaños con una verdadera multitud festiva a diez años de la asunción presidencial de Néstor Kirchner, confirma que la aristocracia de la vaca atada no sabe qué hacer con la indócil democracia que los argentinos venimos construyendo hace 30 años, con sus idas y vueltas.
El paralelismo que intentó trazar entre hechos y circunstancias registrados hace 80 años en la Alemania hitlerista, en lo que fue el preludio a la Shoá o el Holocausto, y el kirchnerismo gobernante demuestra que el mundo cambió mucho desde entonces, pero La Nación de Bartolomé Mitre, casi nada. Cualquier persona sensata puede advertirlo, menos las familias Mitre y Saguier, que siguen atenazadas por los prejuicios de clase y la argumentación brutal para combatir lo que presentan como amenaza, desde sus propios medios que gozan de una reputación incomprensible en cierta franja social influyente, claramente vinculada al orden conservador de los dueños del poder y del dinero.
Si el 25 de marzo de 1976 –en un editorial jamás escrito–, La Nación hubiera alertado sobre el alcance genocida de la dictadura de Videla y Martínez de Hoz y el terrorismo de Estado, podría concedérsele al diario sábana que gusta llamarse "tribuna de doctrina", salvando las distancias, alguna intención republicana a su editorial del lunes 27 de mayo. Pero el archivo condena a La Nación a ser un esperpento de sí mismo, cuando derrapa como lo hizo ahora. Porque cuando debieron hablar, eligieron callarse. No es algo complejo de entender.
Fueron cómplices cuando tuvieron que ser valientes. Se convirtieron en el brazo propagandístico de un régimen que perpetró crímenes de lesa humanidad que castiga la Convención Contra el Genocidio, surgida precisamente después del horror del nazismo. Y lo hicieron por plata. Para quedarse con Papel Prensa. Dijeron que Videla era honesto y bienintencionado, un cruzado anticomunista, un tipo racional y buen católico, para que sus familias accionistas se convirtieran de millonarias en multimillonarias. Con bastante torpeza, además: porque pensaron que el orden conservador protegido a sangre y fuego, con torturas, desapariciones por decenas de miles y gente arrojada al Río de la Plata, iba a durar mil años. Es decir, su hipótesis fue que todo eso podía ocurrir, naturalizándolo desde sus páginas, sin que nadie pudiera pedirle cuentas por lo hecho y por lo no hecho, en un futuro remoto e inimaginable. Estaban convencidos de que un Auschwitz en Núñez, como lo fue la ESMA, a 1000 metros de la cancha de River, podía pasar inadvertido en la historia que ellos mismos iban a escribir por siempre.
Salvando las distancias, La Nación hoy es Videla en prosa. Alerta hoy que el kirchnerismo hace peligrar los principios republicanos con riesgo de nazismo, como ayer atribuyó al comunismo la capacidad de borrar el capítulo argentino de la civilización occidental y cristiana. Con un solo objetivo, siempre: justificar lo injustificable para borrar de la faz de la tierra a grupos y personas que contradigan su visión utópica del mundo. Si en el siglo XIX había que arrasar con el Paraguay de Solano López por su pretensión de autonomía industrialista que desafiaba el paradigma económico que ubicaba a los países de este sur del mundo como meros proveedores de materias primas de la vieja y culta Europa, a mediados del ’50 con el peronismo y los peronistas por su rebeldía inclusiva, con el movimiento revolucionario setentista por socializante, ahora el enemigo imaginario del mitrismo-videlista nostálgico pasó a ser el kirchnerismo, los kirchneristas o todo lo que se le parezca. Pero para eso, para combatirlo y arrojarlo al mar, claro, hace falta asociarlo a algún mal absoluto. Pintarle a Cristina Kirchner los bigotes del Tercer Reich. Confundir a La Cámpora con las Juventudes hitlerianas. Un control de precios a lo Heidi con las leyes nazis de supresión racial. Sólo algo muy grave que vaya a suceder puede respaldar la idea de atacarlo de modo impiadoso. Sólo una amenaza de ofensa horrorosa disculpa al agresor de su propia ofensa terrible. Y no hay nada más combatible que la idea de un nuevo genocidio contra la humanidad. Por supuesto que si esto lo plantea La Nación, cuyo director fundador puede atribuirse el asesinato en masa de dos tercios de la población masculina paraguaya y sus herederos el silenciamiento de la eliminación sistemática de 30 mil argentinos en el mundo moderno de la TV color, estamos en presencia de una falacia defensiva basada en una alteración ilógica del rol de víctimas y victimarios en la historia. O, dicho en términos psicológicos, de un fenómeno de proyección que deposita en el otro –el kirchnerismo– lo que resulta inaceptable en uno –el mitrismo videlista–. Viene a cuento el reportaje al Bartolomé Mitre actual en la revista Veja, donde este se queja del gobierno al que califica como una "dictadura con votos", es decir, donde él mismo se revela como un nostálgico de lo opuesto: la "democracia sin votos". ¿Y qué es eso? Una dictadura de verdad. Salvando las distancias, por supuesto.
Lo cierto es que después de una docena de párrafos en su editorial del 27 de mayo en los que La Nación fuerza similitudes disparatadas entre el oficialismo y el nazismo incipiente del '30, advierte: "Salvando, como decíamos, las enormes distancias, los argentinos deberíamos reparar en los rasgos autoritarios que, cada vez con mayor frecuencia, pone de manifiesto el Gobierno, y cobrar conciencia de que es imposible prever cómo puede terminan un proceso que comienza cercenando las libertades y la independencia de los tres poderes del Estado, al tiempo que distorsiona los valores esenciales de la República y promueve enfrentamientos dentro de la sociedad."
Diez días antes, el genocida Videla murió condenado y preso en una cárcel común. No hubo nada más parecido a Hitler en la historia de nuestro país. Su régimen de terrorismo de Estado se ensañó muy especialmente con los 2000 desaparecidos de ascendencia judía. La bajada de línea de los represores que reproducía el aparato cultural y comunicacional de la dictadura apuntaba contra Freud, Marx y Einstein, precisamente, porque eran judíos de origen. Y al escriba de La Nación no se le ocurrió dedicar un párrafo siquiera a estos datos de la historia trágica reciente, mientras evocaba "la caída de la República de Weimar y el comienzo del Tercer Reich". No. Por el contrario, en su segundo párrafo puede leerse, textual: "Salvando las enormes distancias, hay ciertos paralelismos entre aquella realidad y la actualidad argentina que nos obligan a mantenernos alerta." No hay uso más banal del Holocausto, donde murieron 6 millones de personas, de las cuales un tercio eran niños, que el que propone La Nación de las familias Mitre y Saguier. Por eso el repudio de la DAIA y hasta de los propios trabajadores de prensa del diario.
Porque en la Argentina no están en peligro las minorías étnicas, ni sexuales, ni políticas. Vivimos en una democracia. La libertad de expresión es plena. Los tres poderes funcionan de manera independiente. Y los responsables de crímenes de lesa humanidad mueren tras las rejas, condenados de por vida.
Esto no sucedía en la Alemania de 1933.
Según La Nación de aquella época, los alemanes disfrutaban de una democracia dictatorial que estaba dando respuestas a las demandas sociales y económicas de sus ciudadanos. En sus crónicas, el corresponsal entrevistaba amigablemente a Goebbels, a Goering y a todo el staff nacionalsocialista, sin preguntarle por las leyes raciales. Pueden consultar las ediciones en la Hemeroteca del Congreso.
No hay autocrítica de La Nación por eso. Como no la hay por el editorial que jamás publicó y podría haberse titulado "1976". Tal vez esa denuncia oportuna hubiera servido para evitar la masacre de una generación completa de argentinos.
Allí está la Carta Abierta a la Junta Militar de Rodolfo Walsh, las notas del Buenos Aires Herald y las crónicas de Manfred Schonfeld en La Prensa para cotejar que tan reprobable e ignominioso fue el silencio de La Nación, como para que ande gritando ahora desde sus páginas, salvando las distancias, que las juventudes militantes son las SS, que el viceministro de Economía es un judío marxista y que la línea del horizonte está dibujada con esvásticas. «


El denarvaísmo ataca con faca
Hace dos domingos, Tiempo Argentino anticipó que la corporación judicial sacaba la FACA (Federación Argentina de Colegios de Abogados) para pelear contra la reforma del Consejo de la Magistratura. En actitud coordinada con la oposición, la asociación que calló la violación de las garantías constitucionales durante la dictadura cívico-militar salió a presentar cautelares contra la ley que habilita la elección de consejeros por el voto popular. Hasta ahora no tuvieron mucha suerte, se supone que la Corte terminará saldando el pleito. Lo que nadie dijo, hasta ahora, es que Ricardo De Felipe, el titular de la FACA, que agrupa a 80 colegios de todo el país, es un hombre del denarvaísmo, que su hermano será candidato en las próximas elecciones y que su mujer es una jueza criticada en Pergamino por su actuación en un expediente que investigaba las causas del incendio de un geriátrico donde murieron seis ancianos, en 2011.


La plaza
Se escribió todo, o casi todo, sobre la Plaza del 25. El autor de estas líneas estuvo allí, pero no puede añadir mucho a lo ya publicado por otros colegas. Sería ocioso decir que hubo mucha gente. Quizá, medio millón de personas. Tal vez más. Algo impactante: la multitud escuchó en silencio el discurso de Cristina Kirchner, fue a oír lo que la presidenta tenía para decirle a 203 años de la Revolución de Mayo y diez de kirchnerismo. Otra cosa: había mucha clase media, como para desmentir el análisis apresurado de algunos que leen mal a Jauretche y dicen que las protestas del 8N o del 18 A expresan a esa franja social en su totalidad y sus contrariedades vivenciales. A diferencia del 9D, una nutrida columna de sindicatos se recostó sobre el margen izquierdo de la plaza, mirando la Casa Rosada. Lo último: las expresiones insultantes fueron marginales, diminutas, insignificantes. No hubo odio, sino alegría.
Que el lunes posterior la prensa hegemónica se haya concentrando en destacar que Lanata y su programa le ganaron en rating al Fútbol Para Todos, habla de la contundencia de la movilización popular, la mayor desde el Bicentenario.
El dato: el gobierno se daba por satisfecho con la mitad de la concurrencia. Lo sorprendió la masividad. Y que haya participado tanta gente encuadrada en organizaciones como familias sueltas que se trasladaron por cuenta propia.
Muy fuerte el discurso de Cristina, sobre todo cuando dijo que esto no es un modelo económico sino un proyecto político que tiene objetivos económicos, sociales y culturales.


Rendo y el sobrino de magnetto
Blanca Osuna es la intendenta (FPV) de Paraná y se tomó en serio la pelea contra los abusos monopólicos de Cablevisión SA. Después del discurso de Cristina en Lomas de Zamora, del jueves 30 de mayo –"estoy cansada de que me tomen por idiota", dijo la presidenta ante un Daniel Scioli demudado–, que sonó a tirón de orejas a los que se dicen propios y, en realidad, juegan para otro proyecto que no es el oficial, destacar a Osuna del pelotón de aplaudidores fugaces y ponerla entre las que se toman muy en serio las políticas públicas que implementa el Ejecutivo, es un acto de justicia legítima comparable a la decisión que tomó el titular del Juzgado en lo Criminal Federal 1 de Paraná, Leandro Ríos, que es el primer juez que llama a indagatoria penal a los directivos de Cablevisión SA, empresa del Grupo Clarín SA, a partir de una denuncia de Osuna, por cobrar de más el abono básico ($ 152 en vez de 129), desconocer las resoluciones de la Secretaría de Comercio Interior, ignorar lo que dijo una Cámara y hacerse los osos ante los múltiples requerimientos judiciales. Entre el 17 de setiembre y el 9 de octubre, los directivos de Cablevisión SA deberán presentarse en el juzgado paranaense de Ríos, quien podría procesarlos por el delito de "resistencia o desobediencia a funcionario público", con penas de 15 días a un año de prisión, y que conlleva la apertura de un prontuario, es decir, el entintado de dedos y el registro de una ficha como antecedente, lo que se conoce en la jerga policial como "tocar el pianito". Entre los citados, están Jorge Rendo, operador judicial del Grupo Clarín SA, y Pablo Casey, el sobrino de Héctor Magnetto, nada menos.


Acá tienen el libro negro
Cuando comenzó la zaga televisiva dominical de Canal 13, dijimos desde esta columna que el Grupo Clarín SA estaba reproduciendo en tiempo real El Libro Negro de la Tercera Tiranía, que permitió la proscripción y la persecución del peronismo a mediados del Siglo XX, ahora utilizando idéntico artilugio contra el kirchnerismo gobernante. Conceptualmente, es casi un calco: bóvedas misteriosas, enriquecimientos incomprobables, crímenes palaciegos, en fin, la suma de todos los males que justificarían su erradicación.
Jorge Fontevecchia, el presidente de Editorial Perfil que edita la revista Noticias, viene haciendo pucheros desde que se inició la campaña. Dice, con razón, que sus medios dijeron antes lo que Jorge Lanata y Clarín SA. instalan como novedad desde la pantalla y su diario. El archivo no miente. Todo lo publicó Perfil y Noticias hace tiempo.
Lo curioso es que Fontevecchia, para que se reconozca la paternidad sobre las supuestas revelaciones, dio una estrategia de cortejo meloso a Lanata desde la contratapa de su bisemanario en papel de diario. Sugiriendo, por ejemplo, que Lanata, bajo sus sacos de colores, tiene puesta la camiseta de Perfil, y que cuando termine su conchabo con Héctor Magnetto, volverá al edificio de la calle Chacabuco como el hijo pródigo que un día abandonó la casa de sus padres. Mientras tanto, puso a la mujer del conductor en la tapa de su revista, sin el consentimiento de ella, que se quejó por Twitter. Porque Fontevecchia hace estas cosas. Un poco para llamar la atención, otro tanto para sacar alguna tajada de la repercusión que otros tienen con lo que él considera patrimonio suyo.
No contento con eso, como para que no queden dudas de que él vio primero el filón, acaba de sacar a la calle una edición especial de la revista Noticias, cuya portada es El Libro Negro: 10 años de kirchnerismo. Es de mal gusto. Resuena en la memoria histórica como un título que pretendió justificar el régimen antidemocrático que rigió los destinos del país desde 1955 hasta 1973, cuando el peronismo volvió a la legalidad constitucional.
Un demoliberal como Fontevecchia debería repensar que en la vida no todo es vender revistas. Sobre todo, cuando la edición especial de Noticias descansa en pilas inertes que nadie compra en los kioscos.
Pero sus juegos con los símbolos del ayer y el hoy forman parte de la libertad de expresión existente, esa que Fontevecchia, a través de sus medios, dice que no existe o está amenazada por el gobierno K. Su tapa desmiente lo que denuncia con altisonancia.



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