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Recorrida por la primera línea de fuego
Domingo, 7 de febrero de 2016
"En Irak vimos indicios de un genocidio contra cristianos", dijo una experta argentina
La experta argentina en derechos humanos afirmó que existen "elementos para hablar de un genocidio" luego de haber regresado, hace pocos días, de una recorrida por la primera línea de fuego de la guerra en Irak contra el Estado Islámico (EI), donde recorrió fosas comunes y compiló testimonios y relatos de cristianos y otras minorías religiosas.



"El EI obliga a todos los que no son musulmanes a convertirse al islam sunnita, si no deben pagar un monto de dinero para vivir como minoría en su llamado califato. A los cristianos, en cambio, les da la posibilidad de escaparse, pero eso implica ponerlos en un colectivo, manejar 10 ó 15 kilómetros y dejarlos en el medio del desierto, sin zapatos ni otra pertenencia", contó Massimino en una entrevista con Télam.

"No sé hasta qué punto eso es supervivencia o si es la destrucción de una identidad", agregó la experta en genocidio, que el mes pasado estuvo ocho días recorriendo el Kurdistán iraquí, en el norte de ese país.

"Jurídicamente la figura del genocidio requiere la intención de eliminar parcial o totalmente un grupo de personas que comparten una identidad. Pero para mí, esto no significa únicamente la destrucción física en masa, sino que la destrucción de la identidad del grupo destruye al grupo en sí mismo", explicó Massimino.

"Por ejemplo, destruir las iglesias, los manuscritos, estigmatizar en las puertas de las casas", dijo.

Una de las historias que más la impactó fue la de Cristina, una nena de 3 años que hace más de un año y medio está en manos del EI y nadie sabe si está viva o muerta.

Sus papás fueron algunos de los tantos cristianos que eligieron subirse a los colectivos que ofrecía el EI y abandonaron toda su vida y sus cosas y escapar del terror de la doctrina islamista ultraconservadora de la milicia.

Pero una vez arriba del colectivo, "la milicia se llevó a Cristina de los brazos de sus padres", pese a los gritos de su madre y la desesperación e impotencia de su esposo ciego. Era la única menor en el colectivo y aún no saben por qué ni para qué se la llevaron.

Massimino tiene 33 años y es la secretaria de la Internacional Association of Genocide Scholars, una organización fundada hace más de tres años en Estados Unidos, además de ser miembro de mesa nacional de la Asociación de Pensamiento Penal en la Argentina.

La abogada y experta en genocidio fue invitada junto a dos miembros de su asociación internacional -una ciudadana estadounidense y otro canadiense- por un grupo de organizaciones kurdas para visitar la región norte de Irak, en donde el EI avanzó en agosto de 2014 hasta ocupar la segunda ciudad más importante del territorio, Mosul, y un gran número de pueblos y rutas.

El EI nació durante la ocupación estadounidense como un desprendimiento de Al Qaeda, pero luego creció al calor de la creciente violencia sectaria en Irak y de la guerra civil en la vecina Siria.

En 2014 y ante la sorpresa del mundo, la milicia extremista logró tomar más de un cuarto del territorio de Irak y Siria, incluidas algunas ciudades importantes como Mosul, la también iraquí Ramadi y la siria Al Raqa. De las tres, hasta ahora sólo perdió una, Ramadi, en diciembre pasado.

Massimino y la asociación internacional a la que pertenece desarrollan formas de mantener viva la memoria de genocidios pasados y construyen herramientas para detectar nuevos.

"Hay una falencia enorme en la recolección de evidencia en Irak. Los únicos que están juntando testimonios son organizaciones no gubernamentales financiadas por quién sabe quién. Ninguna parte del gobierno iraquí o el kurdo está intentando crear una oficina que se ocupe de buscar evidencia y organizarla para tener una idea más acabada de lo que está sucediendo", advirtió la experta.

Durante la segunda semana de enero pasado, Massimo visitó Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, la ciudad de Duhok, a unos 160 kilómetros, pasando cerca por Mosul; y Sinjar, una pequeña urbe que fue recuperada por las milicias kurdas peshmergas en noviembre pasado y que hoy sobrevive como tierra arrasada, cubierta sólo por escombros.

También recorrieron pequeños pueblos cristianos que quedaron completamente deshabitados desde que el EI irrumpió en la zona e instaló el terror entre las familias de esta minoría religiosa iraquí.

Durante su viaje no vio soldados del Ejército turco, que se instaló en el norte de Irak en una nueva escalada de un conflicto que cada vez se vuelve más internacional, ni del Ejército iraquí. En las llamadas zonas seguras del Kurdistán sólo hay peshmergas, como se conoce a los milicianos kurdos.

Tampoco vio a los asesores militares estadounidenses desplegados oficialmente en el norte, una de las dos zonas de influencia del EI en Irak, pero sí escuchó el constante sonido de aviones cazas sobrevolando el cielo y lanzando bombardeos "no muy lejos de donde estábamos".

Lo que sí vio son los 26 campamentos de refugiados, algunos compuestos de largas filas de carpas y otros de cuadras de containers, que fueron instalados en el barro y en medio de una innegable precariedad alrededor de Erbil, una de las pocas ciudades del Kurdistán en donde "aún se vive una cotidianidad casi normal, con una multiplicidad de etnias y religiones y una sensación de seguridad".

En total, alrededor de 2,2 millones de personas, en su mayoría cristianos, yazidíes y shabaks, ya abandonaron sus casas por miedo a quedar bajo control de los radicales milicianos del EI y buscaron refugio alrededor de Erbil y las otras zonas consideradas seguras del Kurdistán.

Inclusive durante los convulsionados y violentos años de la ocupación estadounidense y la insurgencia armada, esta región norteña, que se erige sobre las principales reservas de petróleo del país, era considerada como una de las más seguras del territorio nacional, principalmente, gracias al férreo control de los peshmergas, aliados de Washington tras la invasión de 2003.

Algunos cristianos que tuvieron que escapar de Mosul luego de la llegada de los islamistas contaron a Massimino y sus compañeros que la discriminación religiosa no comenzó con el EI.

"Por ejemplo, las mujeres cristianas ya eran obligadas a usar el velo en la calle para evitar ser insultadas. Esto comenzó a suceder después de la ocupación de Estados Unidos", relató la experta argentina, en referencia a la instalación del gobierno de mayoría chiita, aliado de Washington, que potenció la violencia sectaria con los musulmanes sunnitas y el radicalismo religioso dentro de su propia comunidad.

"Hubo algunos lugares como Mosul, en donde la discriminación era explícita, o Bagdad, donde se registraron algunos atentados en iglesias; sin embargo, nunca hubo una persecución como la de hoy", aclaró la abogada y académica.

Massimino también habló con los peshmergas y con miembros del gobierno kurdo.

"No se sienten aislados (del gobierno nacional en Bagdad), pero tampoco acompañados", resumió.

El vínculo terrestre entre el Kurdistán y el resto de Irak quedó fuertemente dañado por los avances y retrocesos del EI y los constantes combates, pero además el vínculo político nunca fue demasiado bueno. Algunas batallas las pelean juntos, otras no.

Según denunció el gobierno kurdo a la misión que integró la experta argentina, Bagdad no envía los fondos públicos correspondientes a la región autónoma desde hace cuatro meses, lo que significa que Erbil no paga los sueldos de empleados estatales desde octubre y eso incluye a los peshmergas.

Durante su breve estadía, Massimino escuchó varias veces la misma frase, la misma idea: "El caos creado".

"Muchos nos expresaron que consideran que lo que hay en el Kurdistán es un caos artificial, traído de afuera", explicó con una sutil sonrisa.


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