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Bosquín Ortega
Martes, 12 de enero de 2016
Aledo Luís Meloni: Paisano universal
“Desnació”, don Aledo. El término es de Miguel de Unamuno. Ahora, es patrimonio cósmico y matrimonio terráqueo del espíritu viviente del Gran Chaco del Gualamba: simbiosis poética de un alma donada y oblada, a manera de ofrenda constante, a una comarca que lo hizo propio y suyo en adopción fraterna.




Aquel joven maestro de Estación María Lucía la encarnó, renacimiento de gratitud, y se asumió hijo en su condición de chaquense. Y aquí, en su abrazo de reencuentro supremo consuma su dimensión de elegida maternidad; ya, criatura definitiva de ésta tierra que llevó “ceñida a mi (su) costado”, como una condecoración de latidos que el destino le ofreció para honrar, poblar y cantar.

Ahora, Aledo es el hoy de su soy: la Chaqueñidad que honró, con un pudor sacramental de paisano caballero, desde el meridiano vibrante de una pizarra en la Colonia de San Antonio a la diminuta libreta que portaba en su bolsillo, escala y proporción vivientes de su monumento de modestia compartidos en el pan de la palabra y en el cáliz de una copla, comunión de su poiesis de vate y poeta, caminante y peregrino.

Aledo, alado signo del tiempo, pertenece, definitivo, al territorio unánime de la memoria. En vida, conoció el privilegio excepcional, morigerado por su tímida gratitud, de ser conocido y reconocido por tres generaciones de lectores escritores, cantores y difusores que al sólo tríptico silábico de su nombre recitaban y cantaban en homenaje a su mester de coplería.

Fue premiado y galardonado en su patria y en otros orbes; tuvo una silla de cátedra en la Academia Argentina de Letras; la Universidad del Nordeste lo distinguió Honoris Causa; pero en su épica íntima forjó su Causa de Canto con los metales sutiles y dúctiles del humilde Chakú, de su hombre de labor y de su trance de identidad.

Despojado y destilado de mundanidad; ascético de prédica y práctica; su religión fue el credo del amigo y el culto de la amistad. Le bastaba su rezo, temprano, del Santo Rosario en el templo de María Auxiliadora, antes de cumplir su trabajo de corrector en el Norte, de la ex calle Don Bosco y la letanía vigílica de su flauta dulce, en sus años de remanso longevo y fecundo.

Aquí, es aire, viento y aroma; surco, semilla y simiente; río, estero y aguada; siesta, fulgor y resolana; elementos de su terruño adopcional y de su patria esencial. Su ahora es su gloria viva en la eternidad del instante en que su poesía acuda al labio y el alma de un hombre de su pueblo.

Don Aledo Luis, paisano: laiacaiá, niachec: un abrazo, gracias.



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ORFEBRE COPLERO
A Aledo Luis Meloni
Usted, el ya nunca oscuro,
tampoco, el enceguecido,
el de la luz esculpida,
el de forjado sonido.

Voz de medido temblor,
humilde aroma a pesebre,
madura alquimia serena,
crisol, elemento, orfebre.

Un Machado del Gualamba,
el maestro de San Antonio,
el del aliento ascético,
como del Deuteronomio.

Una tristeza impalpable
lo levita del paisaje,
es la nostalgia de Dios
su ontológico tatuaje.

En su trama de silencio,
una cábala de grillo,
que mientras calla traduce
su latido más sencillo.

Bosquín Ortega



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