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Por Hugo Maldonado
Martes, 10 de noviembre de 2015
La corrupción no se puede olvidar ni perdonar
Al final de mi primer mandato como diputado nacional por el Chaco desde 2011 a 2015, entre todas las iniciativas y proyectos presentados, rescato la Ley de Imprescriptibilidad de los delitos para prevenir y combatir la corrupción.


En la Cámara de Diputados de la Nación, el mío fue el primero de los proyectos sobre el tema que tuvo entrada en estos años, al que siguieron muchos de otros legisladores, preocupados por la necesidad de promover la integridad, la obligación de rendir cuentas, el derecho a la informaciòn y la debida gestión de los asuntos y los bienes públicos.

Se ha llegado a un punto en que la gravedad de los problemas y amenazas que plantea la corrupción, al socavar las instituciones y los valores de la democracia, la ética y la Justicia, pone en riesgo la seguridady la estabilidad de la sociedad y de los gobiernos, por sus vínculos con la delincuencia organizada, comprometiendo el crecimiento y el desarrollo de los pueblos.

La imprescriptibilidad de los delitos no significa otra cosa que perseguir sin límites de tiempo a los corruptos y ello es indispensable para construir una verdadera legitimidad democrática, que no podremos resolver sin un replanteo a fondo de las relaciones cada vez más estrechas entre política, dinero y poder.

En la política argentina la corrupción impacta cada vez más porque no recibe castigo, porque no se hace Justicia y porque la lentitud de las causas, conduce en la mayoría de los casos a que terminen prescribiendo por el paso del tiempo y, de esa manera, consagran la impunidad.

Para perseguir sin límites a la corrupción es preciso que por ley se sancione la imprescriptibilidad de los delitos que tienen raíz política, cuando resultare grave daño económico al patrimonio público y hayan sido cometidos en ejercicio de la función pública.
Esos delitos que nuestro Código Penal tipifica contra la Administración Pública y contra el Orden Económico y Financiero, son: Cohecho y Tráfico de Influencias; Malversación de caudales públicos; Negociaciones incompatibles con el ejercicio de funciones públicas; Exacciones Ilegales; Enriquecimiento ilícito de funcionarios y empleados; Blanqueo de dinero producto del delito.
Creo que si se llegara a operar con eficacia una ley anticorrupción como esta en Argentina, quienes se avengan a la política en busca del enriquecimiento personal para robar dineros públicos, van a tener una barrera a prueba del tiempo.

Además con esta ley para juzgar corruptos mejorará la relación entre la política y la gente, porque se podrá demostrar que existen políticos corruptos y políticos transparentes. Porque no todos somos lo mismo. Pero también es cierto que todos somos responsables, de aquello a lo que no nos oponemos.

Debemos rechazar la concentración de dinero y, por lo tanto, de poder - que cría sólo clientes y no ciudadanos-, porque afecta la construcción de una auténtica legitimidad en el ejercicio del poder, tan necesaria para desarrollar una verdadera democracia de ciudadanía.

Y también porque la corrupción permite desviar dineros que deberían destinarse al bienestar del pueblo y con ello provocan ineficiencia en servicios esenciales de salud, educación, transporte, etc. consumando una estafa económica y moral al elector. Por todo ello, creo que la corrupción no se puede olvidar ni perdonar.




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