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Por Mariano Moro
Sábado, 22 de agosto de 2015
Tiempos modernos
Todos nos acordamos de la película de Chaplin donde nos muestra la gran conmoción que causó en su tiempo la irrupción de la tecnología. Bajo esta mirada irónica de la sociedad nos está anunciando, está decodificando cosas que ocurrían pero que no todos podían entender.

Esto es así porque uno está inmerso en la vorágine cotidiana, con las urgencias de la vida y cuesta tomar distancia y analizar fríamente los acontecimientos. Esto ocurre todo el tiempo y en todos los órdenes, con el aditamento que los cambios se aceleran cada vez más y las urgencias apremian. En política estamos expuestos a esto. A pesar del cúmulo inagotable de información, de la multiplicidad de vías de comunicación y el bombardeo mediático continuo no podemos salir de los problemas cotidianos, de la anécdota, de la superficie. Por esto es bueno cada tanto detenernos a mirar un poco más allá.

Aunque no parezca, generalmente los hechos son consecuencia de causas que subyacen, de formas o estructuras que vertebran la sociedad y en este sentido es interesante dar una mirada más pausada. Puntualmente la sociedad se estructura en base a algo que se dio en llamar “poder”. Las estructuras en base a las cuales se fue adquiriendo y ejerciendo el poder han cambiado a lo largo de la historia del hombre, pero en síntesis obviamente insuficiente pero además equívoca, el poder es un de las formas de relación social, una relación de “mando y obediencia” roles actuados en distintas situaciones.

La forma tradicional del poder monárquico, concebido como algo que se detenta recibido de dios y se impone a los súbditos, cambió radicalmente a fines de la edad media. Una nueva concepción de las relaciones sociales fue aflorando, y aparecieron nuevas teorías que justificaron o dieron sustento a nuevas formas de relacionarnos. Esto es en síntesis la aparición de la democracia como se la concibe actualmente, como un sistema de gobierno en base al esquema de representación y un cúmulo de valores sustentados en el surgimiento de algo que no existía, “el sujeto” y como tal titular de derechos y obligaciones.

Con mayor o menor avance este esquema se fue instaurando y evolucionando, siempre en base al esquema de mandato y representación delegando el poder a quien resultaba depositario de la confianza popular.

Fueron necesarios varios siglos y dos conflagraciones mundiales para que el esquema entre en crisis demandando nuevas formas organización social, y fundamentalmente a partir de mediados del siglo pasado una nueva cosmovisión sustentada en lo que podríamos llamar el “constitucionalismo social” acompañada del bloque de derechos y garantías llamados “derechos humanos” irrumpan demandando un nuevo esquema o nuevas estructuras sociales, dirigidas sobre todo a limitar y modelar el ejercicio del poder por los “representante” en favor del ciudadano de la calle.

En lo referente al ejercicio del gobierno, en estados democráticos, el esquema de representación en base al mandato conferido en los sufragios, entró en crisis demostrando su clara incapacidad para generar procesos exitosos de gobierno por la vulnerabilidad a los desvíos de poder, dando lugar a formas complementarias de control de la cosa pública a partir de lo que se dio en llamar la “participación ciudadana”, mecanismos que si bien no consisten en formas puras ni directas de democracia, si confieren ámbitos de participación directa para el control de los actos de gobierno y participación en los procesos de toma de decisión.

Estas herramientas son entre otras: El control de los actos de gobierno por asociaciones o entes intermedios, es un control vertical no vinculado a la faz electoral, se ejerce entre elecciones y no depende de calendarios, sin nuevas formas de involucrarse la sociedad civil con gran influencia en el enfoque local, de forma tal que el gobierno de la ciudad toma un rol preponderante para dar satisfacción a las demandas de la sociedad ante los retos y demandas exigidas por la globalización la que produjo una pérdida de hegemonía de los estados nación hacia la gestión local siendo la ciudad o la región el principal foco de gestión política.

Dentro de los mecanismos de participación ciudadana están la iniciativa legislativa popular; el referéndum; la revocación del mandato de gobernantes por el pedido ciudadano; las audiencias públicas; el presupuesto participativo; el plan estratégico, y para todo esto es necesario fortalecer aspectos instrumentales como el libre acceso a la información pública, la veracidad de los datos del estado, la publicidad de los actos de gobierno etc.

La pregunta que nos hacemos es como debemos enfocar la gestión política, si debemos quedarnos en la superficie, analizando los hechos desde afuera, en la coyuntura, o si por el contrario debemos analizar cuál es la estructura de poder que se encuentra operando en nuestra sociedad. La historia del hombre no es lineal, sino paradigmática, esto quiere decir que aunque parezca que avanzamos no siempre es así.

Ningún logro social, ninguna conquista social adquirida tiene seguro de permanencia. Cada logro debe ser sostenido cotidianamente. Muestra de ello son los movimientos neonazi que surgen a lo largo del mundo y los procesos autoritarios actuales, los que parecen ignorar la historia reciente de la gran última guerra. En la evolución humana se cumple la ley del aufhebung alemán en base al cual en el proceso evolución dialéctico el conocimiento se supera, se suprime pero también se conserva, de forma tal que dentro de la realidad actual aún continúan vigentes las viejas formas autoritarias prestas a saltar como perros de presa.

Hoy en día, a pesar del ropaje de la internet y todos los medios de comunicación, los esquemas de poder que rigen el funcionamiento de nuestra sociedad son los mismos que hace cien años. Es necesario entonces operar no solo en la superficie social, no solo en la denuncia puntual de hechos formalmente reprobados, sino mirar más allá en las estructuras, en la forma en que circula el poder, y ver cómo podemos mejorarla, como podemos hacer que los medios de participación ciudadana funcionen y sean eficaces, como instrumentar mecanismos de control del gobierno que no dependan de la denuncia mediática, como hacer que las formas de participación sean realmente eficaces, como motivar al pueblo a participar y a ser protagonistas del cambio, sin esperar ilusionados la llegada de un iluminado que nos salve.

La salvación está en nosotros. Es nuestro deber como ciudadanos, tomar conciencia de ello y trabajar para que ocurra, para crecer juntos como sociedad, como hombres y mujeres que compartimos no solo una misma tierra, sino una historia común y un futuro que nos desafía.
MARIANO MORO – Candidato a Parlamentario Parlasur Cambiemos.



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