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Alejandra Stamateas
Miércoles, 19 de agosto de 2015
Aprendiendo a priorizar
Todos los seres humanos tenemos presiones, y en ciertas ocasiones estas presiones se nos van acumulando. Sin embargo, podemos diferenciar dos tipos de personas que marcan dos extremos:

1. La persona exagerada, que es aquella que se preocupa todo el tiempo por cualquier motivo porque quiere ser la protagonista de la escena. Aunque la situación adversa la esté pasando el otro, la persona exagerada suele decir: “¿A vos te parece lo que le hicieron? ¡Qué terrible! ¡No puedo soportar que le esté pasando eso a ella!”. Siempre sufre el dolor del otro, porque en realidad lo que busca es acumular problemas para llamar la atención de los demás. Un ejemplo típico de este tipo de personas son aquellas madres que experimentan taquicardia por un problema que afecta pura y exclusivamente a su hija.

Lo cierto es que las personas con esta actitud no quieren resolver los problemas, sino sentirse protagonistas. Cuando una persona realmente quiere solucionar un conflicto, deja de lado el rol protagónico para comenzar a gestionar soluciones, en otras palabras, no se queda encerrada en el lugar de víctima como lo hace este tipo de persona.

2. La persona impotente. Este tipo de persona dice: “No puedo resolver nada porque no tengo capacidad para hacerlo. Lo único que hago es acumular problema tras problema”.

¿Alguna vez te preguntaste: “¿Por qué voy acumulando problemas que terminan asfixiándome?”? Quiero decirte que eso se debe a que necesitamos aprender a priorizar. Frente a una emergencia se suele utilizar un sistema en el que se etiqueta a las personas que han sido víctimas de una catástrofe natural, un incendio, un derrumbe o cualquier otro siniestro. Para ello, a cada una de las víctimas se le coloca una etiqueta en la muñeca o en el tobillo. Según el color de la etiqueta, el médico sabrá qué persona debe recibir una atención prioritaria y quién no. Así, a las víctimas fatales o a aquellos que no tienen posibilidades de sobrevivir se les coloca una etiqueta negra que indica que ya no puede hacerse nada por ellos, es decir, la prioridad de atención es cero.

Para los casos de extrema urgencia, se usa una etiqueta de color rojo; los casos urgentes se etiquetan con el color amarillo; y los casos que no requieren de atención urgente se identifican con el color verde.

Cito este sistema porque es importante que aprendas a priorizar, ya que todos tus problemas no tienen el mismo nivel de gravedad o de urgencia. Esto significa que hay situaciones que requerirán una mayor atención que otras. Por ejemplo, no es lo mismo que te quedes sin trabajo a que corten la energía eléctrica o que tu hija haya quedado embarazada. Por esa razón, de la misma manera que se procede frente a una emergencia, tenés que aprender a colocar una etiqueta a cada problema según su gravedad y urgencia.

En el ejemplo anterior, lo más urgente sería solucionar el problema eléctrico, ya que no hay nada que puedas hacer frente al embarazo de tu hija (esta última situación sería de prioridad cero). Respecto a la pérdida de tu empleo, aunque no sea un hecho menor, tenés más alternativas para solucionarlo, por ejemplo, podés usar tus ahorros, pedir una indemnización o tramitar un subsidio que te permita sustentarte hasta que consigas un nuevo trabajo.
Es importante que sepas que cada problema tiene cierta prioridad y que tu mente nunca va a poder ocuparse de dos conflictos a la vez con el mismo grado de preocupación.

Por esa razón, tenés que empezar a priorizar y a dejar de darle a todos los problemas el mismo nivel de urgencia. Dicho de otra forma, “priorizar” significa “poner límites”. Cada vez que el médico cataloga los distintos problemas de las personas que atiende en una emergencia, está diciendo: “Con esta persona ya no puedo hacer nada”, “esto no depende de mí” o “todavía no voy a poder resolver este caso”. Del mismo modo, tenés que ponerte límites a vos misma y no sentirte mal por no poder resolver determinados conflictos. ¡Nadie es omnipotente!


A la hora de empezar a catalogar tus conflictos, preguntate: “¿Qué es urgente para mí?” o “¿qué es lo más importante que puedo resolver hoy?”. Tal vez no puedas resolver la adicción de tu hijo, pero sí podés buscar un lugar donde le brinden asistencia psicológica. Probablemente hoy no puedas superar el hecho de que tu ex pareja te haya abandonado, por lo que lo más aconsejable será que ese problema no abrume tu mente. Priorizá y ocupate de aquello que sí podés resolver. ¡No te quedes en el rol de víctima acumulando problemas!
Como dije anteriormente, empezá a poner límites, porque en eso consiste la tarea de priorizar. Es importante que sepas que los límites se deben poner en el momento adecuado, ya que si dejás pasar el tiempo, luego va a ser mucho más difícil hacerlo.

Lamentablemente, a las mujeres nos cuesta mucho poner límites a los demás y tendemos a ser permisivas con ciertas conductas: “Pobrecito, no le voy a exigir a mi hijo que estudie tanto” o “pobre, tal vez si yo estuviera en su lugar, también hubiera mentido”. No dejes que el tiempo pase ni permitas que te insulten, te agredan o te mientan, porque los límites no se ponen después sino antes.




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