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Por Catriel López Acosta
Martes, 14 de enero de 2014
El tránsito, otro genocidio
Miguel Fleitas tenía sólo 28 años el día que lo mataron de manera atroz, en el año 2007. Un remisero borracho lo atropelló desde atrás a él y a la novia cuando iban camino a Formosa a llevar una buena noticia: se casaban. Hugo Orlando Aernstedt, el asesino,estaba de fiesta en un boliche ubicado sobre una ruta nacional, un lugar donde cientos salían borrachos y sin ningún control. Arnstedt tenía carné y habilitación para manejar un transporte privado, subió con su Duna rojo una rotonda sin guarda raid, chocó y mató y abandonó y huyó y hoy está libre pese a una condena a tres años de prisión.






Bruno Benites tenía sólo 17 años cuando murió junto a su amigo Nicolás Zima, el año pasado, cuando corría una picada en plena ruta nacional. Manejaba el auto deportivo, según cuentan sus conocidos, desde los 16. De algún modo, tenía carné. El Estado consideró que joven como era, tenía la responsabilidad suficiente para manejar a 200 kilómetros por hora.

El camionero de la tragedia del Colegio Ecos, estaba ebrio cuando chocó de frente contra el colectivo donde viajaban desde Chaco y de vuelta a Santa Fe los nueve chicos y la profesora que murieron, además de él y su acompañante. Él chofer del colectivo de larga distancia y de dos pisos (de esos que están prohibidos pero igual se usan) que los transportaba, era un trabajador en negro y casi no había dormido. Fue condenado por homicidio y también quedó libre.

Así, la lista es interminable. La Tragedia de Once, los miles y miles de muertos que no usan casco y no tiene carné para manejar motos pero manejan, los animales al costado de la ruta que siguen matando como si fueran un problema más complicado de resolver que la Conjetura de Beal.

Más peligroso que Videla

Los desaparecidos de la última dictadura militar son menos que la cantidad de muertos por accidente de tránsito de los últimos 5 años. Mientras durante el proceso se estima que asesinaron o desaparecieron a 33.000 personas en todo el país, desde 2009 a esta parte el tránsito se cobró 38.442 vidas, según estadísticas de la Asociación Civil Luchemos por la Vida. En sólo cinco años, más muertos que la dictadura más sangrienta de la historia del país.

El inhumano accionar militar, despreciable y cobarde, se valió de la fuerza para ganar el poder y llevar adelante un sinnúmero de horrores que marcaron a fuego la historia Argentina. Sus crímenes estuvieron documentados, largamente probados y mal ocultados durante décadas.Sin embargo, a más de 30 años del final de aquella oscura etapa, el país todavía no pudo terminar de juzgar a quienes la perpetraron. Muchos asesinos de uniforme fallecieron con el honor de no ser juzgados.

¿Cuánto tiempo le costará a la democracia juzgar a los responsables del genocidio del tránsito? ¿Habrá alguna vez un condenado que pertenezca al Estado que facilita y organiza la corrupción a través de subsidios y obra pública y no controla ni se preocupa por la vida? Parece difícil si ni siquiera los choferes borrachos o los cobardes que atropellan y matan van a la cárcel.

En 2013: 7896 muertos por accidentes en Argentina, 22 por día, 658 por mes. En 2012: 7485 muertos, 21 por día, 624 por mes. En 2011: 7517 muertos, 21 por día, 626 por mes. En 2010: 7659 muertos, 21 por día, 638 por mes. En 2009: 7885 muertos, 22 por día, 657 por mes. Y se podría seguir.En 2006, la Corte Suprema de Justicia pidió detener el “genocidio silencioso” de los pueblos originarios en Chaco. El tránsito es otro genocidio del Estado argentino.Las cifras lo demuestran.
Por Catriel López Acosta



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