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Por el Dr. Gustavo Corregido
Domingo, 3 de noviembre de 2013
La última milla
El problema de la última milla es un concepto de la tecnología de las comunicaciones, pero en los últimos años comenzó a estudiarse en lo que se denomina la “economía del comportamiento”. Los ejemplos brotan por centenares. El más usual, en el mundo de la tecnología de las comunicaciones, es la conectividad de las centrales telefónicas locales a las instalaciones del cliente.

Sólo para clarificarlo, trasladándose a nuestra provincia su pueden ver al costado de ciertas rutas, gruesos cables de fibra óptica con los cuales el gobierno pretende llevar comunicación de voz, datos e internet, a todos los rincones de la provincia. La última milla sería entonces la conexión domiciliaria o a la última escala de la red que en estos momentos se están sembrando a la vera de los caminos.

Esta circunstancia se repite entonces en otros aspectos de la actividad humana. Un reciente artículo del diario La Nación, advierte que aparecen por ejemplo en los negocios, la economía, la educación, las políticas públicas, la vida de todos los días y otra infinidad de ámbitos.

El ejercicio de la administración del Estado lleva a que se expongan respuestas para la cuestión macro, no siendo siempre conscientes de que habiéndonos ocupado de las grandes cuestiones, no siempre le dedicamos el mismo empeño a lo micro. En ciertas ocasiones se da por descontado que si se hizo lo más, lo menos debe estar indefectiblemente hecho.

En una de las últimas visitas al paraje Manantiales, jurisdicción del nuevo municipio de El Espinillo, recibí el pedido de vecinos de ese lugar para la provisión de una pala barrenadora que le permitiera a ellos por sus propios medios realizar perforaciones buscando agua para paliar el gravísimo déficit que todavía tiene esa zona.

Por una cuestión de ubicación las reuniones se hacen a la sobra de un gran algarrobo que está ubicado justo en frente del nuevo puesto sanitario.

Habiendo asumido el compromiso, y colectando fondos provenientes de donaciones anónimas y privadas, el Instituto del Defensor del Pueblo pudo entregar la pala. En la péqueña prueba de su forma de uso estábamos cuando reparé que casi pegado al Centro de Salud una perforación con una bomba estaba ociosa en medio a la dramática crisis.

Hasta ese límite de la crisis el agua para consumo humano había sido provista por una bomba manual que está a unos 100 metros del puesto sanitario. Una especie de canilla pública de las que se conocen en las ciudades, pero sobre la que hay que trabajar manualmente para poder extraerle el líquido.

Lamentablemente, la gravísima crisis había dejado también fuera de servicio a esta bomba manual.

La curiosidad por la presencia de esa perforación hizo que nos acercáramos al pozo de lado del puesto y nos sorprendimos al ver que dentro de la perforación había una bomba sumergible impecable, prácticamente “sin uso” y unida a ella una pequeña sala de operaciones junto a un grupo electrógeno y una planta purificadora.

Prácticamente todo está “a nuevo”. Las referencias que nos dieron en el lugar indican que el encargado actual del puesto sanitario no tiene conocimiento para su manejo u operación, ni tampoco lo tenía la mujer que estaba en la misma posición (ahora ya se jubiló) cuando se inauguró esa nueva dependencia de Salud para los vecinos del paraje.

Los mismos rumores que circulan en el lugar indican que en verdad, esa planta funciona, que la perforación tiene agua y que más allá de lo que la fuente original entregue, el líquido que se extraiga puede ser purificado.

Es un clásico problema de la última milla. Es decir las condiciones para la extracción de agua, su tratamiento y purificación están al alcance de vecinos que prácticamente no tienen nada para tomar, pero no se puede hacer uso de ella porque pese a la millonaria inversión que demandó toda la obra, no hubo previsión para capacitar a los que deben hacer andar esa planta.

Para enfrentar problemas como este, el Gobierno de los Estados Unidos, creó una oficina denominada Unidad del Comportamiento, para mejorar la eficiencia en el uso de energía, asistencia a clases o finanzas familiares, entre otros campos. Tampoco es una novedad, oficinas como ésta ya existen en otros países, pero lo que va afianzándose es la forma en que comienza a entenderse que el concepto de la última milla es un verdadero problema al que habrá que abocarse, más temprano que tarde para dar la puntada final de las grandes obras de infraestructura que terminen efectivamente por mejorar la calidad de vida de nuestros conciudadanos.

Por el Dr. Gustavo Corregido

Defensor del Pueblo de la Provincia del Chaco




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