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Prof. Julián Herrera
Viernes, 19 de julio de 2019
19 de julio de 1924: Masacre en Napalpí, Chaco
En 1917, el presidente Hipólito Yrigoyen retiraba las tropas del Ejército argentino del Territorio Nacional del Chaco dando por finalizada la guerra contra los Mocovíes, Tobas y Wichís, quienes se resistían a incorporarse al Estado argentino desde hacía 100 años porque eso significaba la pérdida de sus derechos ancestrales, sociales, culturales y territoriales, para ser reducidos a una vida miserable, de simples obreros explotados como mano de obra barata para la economía agroexportadora en beneficio de las industrias británicas o francesas.


En el Chaco, el Estado Argentino ya había creado seis años antes la reducción de Napalpí, donde los indígenas derrotados fueron confinados para ser controlados, disciplinados y explotados mientras sus antiguos territorios eran vendidos o entregados a capitales extranjeros o a inmigrantes recién llegados desde Italia, Francia o la Europa del este.
Los indígenas concentrados en Napalpí eran los descendientes de los caudillos Paikín, Ichoalay y demás caciques que habían firmado en el s. XVIII los célebres acuerdos de paz y respeto mutuo en Añapiré y la Cangayé con los representantes de los soberanos del imperio más grande y poderoso de su tiempo: el español, “donde nunca se ponía el sol”, del cual somos producto los hispanoamericanos.

Por estos acuerdos, el Chaco se incorporaba al imperio más extraordinario de la historia en el marco del respeto a la libertad de los indígenas y del reconocimiento al derecho sobre sus territorios ancestrales, recursos naturales, organización social y su cultura. Lo cierto es, que los diferentes gobiernos del nuevo país nacido del desmembramiento del imperio español, la Argentina, jamás reconocieron aquellos acuerdos, lanzaron al Ejército argentino a la famosa “campaña al desierto” contra los indígenas tratándolos de intrusos para expropiarlos de sus antiguos territorios y someterlos a una humillante explotación laboral.

Para 1924, año de la masacre en Napalpí, el Estado argentino oligárquico ya había asesinado a miles de humildes compatriotas en diferentes oportunidades durante el s. XIX y comienzos del s. XX, como en las guerras a las montoneras gauchas del interior y las políticas de exterminio del gauchaje que fueron denunciadas por José Hernández, así también, en la terrible guerra genocida contra el pueblo paraguayo que Alberdi llamó de la “triple infamia”, en la ya mencionada “campaña al desierto”, asimismo, en las sangrientas represiones contra los trabajadores en la llamada Semana Trágica de 1919, en 1920 en la Forestal y en el ingenio de las Palmas del Chaco Austral, como así también, en la Patagonia en 1920/21. En todos los casos el capital británico estuvo presente en estas matanzas.

La Argentina agroexportadora funcionaba así, con trabajadores expropiados –sean indígenas o no-, salarios de hambre y brutal represión. Y la masacre en Napalpí, como puede apreciarse, no fue un hecho aislado, fue un capítulo más de la sangrienta Argentina oligárquica agroexportadora.
Los indígenas empobrecidos de Napalpí, al igual que los demás trabajadores asesinados en los casos mencionados, se quejaban de la poca paga que recibían por su trabajo, en este caso en los algodonales, hasta que en julio de 1924 se negaron a continuar la cosecha, incluso muchos de ellos, los más jóvenes, decidieron partir a trabajar a Tucumán u otras provincias donde recibieran mejores salarios.

Los productores algodoneros, que habían adquirido del Estado argentino los antiguos territorios de los Tobas, Mocovíes y Wichíes, presionaron al gobernador Fernando Centeno para que evite la salida de los trabajadores indígenas del Territorio Nacional del Chaco y así obligarlos a levantar las cosechas en sus campos, a lo que el gobernador accedió y decretó la prohibición solicitada por los estancieros. Fue la gota que rebalsó el vaso, los indígenas no acataron la disposición y el gobernador decidió reprimirlos desatando en Napalpí una terrible matanza de cientos de indígenas de todas las edades en la mañana del 19 de julio de 1924. Policías y civiles armados por los estancieros fusilaron, degollaron y hasta castraron a los rebeldes indígenas con motivo de no dejar testigos de la sangrienta represión y a su vez para que sirviera de escarmiento a quienes pretendan cuestionar los intereses económicos y de clase de la Argentina agroexportadora.

Sin duda, estos crímenes de Napalpí, junto a los del Ingenio de Las Palmas y los fusilamientos de los jóvenes peronistas asesinados en las cercanías a Margarita Belén en diciembre de 1976, conforman la tríada más sangrienta y trágica de la historia chaqueña del s. XX.

Para quienes quieran profundizar el conocimiento en este trágico suceso de 1924, el Archivo Histórico de la provincia del Chaco “Monseñor José Alumni” ofrece a la comunidad diferentes fuentes de información bibliográfica y documental que forman parte de su patrimonio. Algunas de las obras que pueden consultarse aquí son: NAPALPI, la herida abierta, de Vidal Mario, Napa’lpí; la voz de la sangre, de Juan Chico y Mario Fernández; NAPALPÍ, de Fabio Javier Echarri. Así también, puede consultarse el siguiente patrimonio documental disponible: El Expediente judicial de 1924. Los diarios El Heraldo y La Voz del Chaco. Documentos digitalizados sobre la reducción Napalpí traídos del Archivo General de la Nación.



Prof. Julián Herrera
Archivo Histórico de la Provincia “Mons. José Alumni”


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