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Por Delfo Rodríguez para la Revista CIMA
Sábado, 29 de septiembre de 2018
Mirian Sosa: Al otro lado del terraplén está el amor
Vivió en la pobreza casi absoluta, trabajó desde muy pequeña, la vida le dejó muchos sinsabores, pero nada de ello pudo con su inmensa capacidad de dar amor.




MERENDERO “FE, ESPERANZA Y AMOR”
Manzana 5, Casa 87, Barrio Niño Jesús - Resistencia
Teléfono: 3624 102848





Nació en Puerto Tirol. Es hija de Cipriano Sosa y Cristina Rodríguez, él tiene 96 años y ella 68. Trabajadores, ladrillero y empleada doméstica, respectivamente. Luego de un tiempo, se trasladaron a Resistencia, la capital chaqueña y se instalaron en el barrio Provincias Unidas. Cuenta Mirian que desde muy niña, a los 9 años, comenzó a trabajar: “A esa edad comencé a ir con mi papá a la ladrillera. Somos 10 hermanos y con uno de ellos ayudábamos a mi papá pisando el barro y haciendo la mezcla para después cocinarla y convertirla en ladrillos.

Tiempos duros, aprendimos a colaborar para poder subsistir como familia. Cuando podíamos íbamos a la escuela, pero completé la enseñanza primaria. Mi hermana mayor se convirtió en nuestra madre, pues ella se encargaba de los hermanitos mientras mi mamá trabajaba en tres casas distintas. Pasamos momentos muy difíciles, algunos en que la comida escaseaba, pero salimos adelante”.


“Después de haber intentado suerte en Buenos Aires -con poco éxito- volví a Resistencia y continué con mi vida normal. En el 2011, con mi amiga María Rolón, nos planteamos lo que estaba sucediendo y veíamos a diario. La pobreza nos afligía porque es parte del ámbito en el que nos movemos, veíamos que los niños del barrio pasaban muchas necesidades. Empezamos a trabajar y poner en práctica nuestros pensamientos para intentar alcanzar una solución a la falta nutricional de muchos pequeños en la etapa crucial del crecimiento. Yo tenía mi casita, modesta por cierto y construida con mucho esfuerzo, pedimos ayuda y colaboraciones y, en la parte frontal de mi vivienda, instalamos el primer merendero. En realidad, lo nuestro es más un centro asistencial a la niñez, ya que los chicos no consumen esa colación aquí sino que vienen a buscar su ración de leche, que nosotras preparamos y entregamos, y dentro de las posibilidades, se les da pan, galletitas o algo amasado por quienes trabajamos aquí”.

La maternidad o “ser madre” tiene su significado conceptual en la definición que nos acerca algún diccionario, pero la dimensión propia de lo que es realmente, es ilimitada. No se es madre solamente por parir y tener hijos biológicos, es mucho más que eso, es una actitud ante la vida, un acto de amor infinito, un gesto de humanidad incalculable, pero también es un estilo de vida o una razón muy necesaria para vivir y entregar todo lo que fluye dentro de una mujer que siente que la mejor forma de amor es dándolo todo, desde su tiempo y su trabajo hasta la cuota de afecto más generosa y sentida.


Este es el caso de Mirian. Ella tiene 4 hijos propios y a pesar de todas sus dificultades para mantenerlos, tuvo la generosidad más absoluta al ayudar a los casi 300 niños que concurren a diario a buscar su alimento básico.

“Al principio, cuando decidimos abrir, venían unos 30 chicos a buscar su ración diaria. Al poco tiempo, ya eran 100 los que concurrían. Cada vez se sumaban más. No teníamos muchos recursos, razón por la cual un día hacíamos leche, al siguiente te mate cocido, cocinábamos tortas fritas y así nos íbamos arreglando. Esto fue así hasta que, en el 2012, el contingente había aumentado considerablemente; tuvimos que salir a buscar más ayuda. En virtud de que el gobierno y las respectivas autoridades hacían caso omiso a nuestras necesidades, acudimos a los medios de comunicación”.

“La campaña dio resultado. Hugo Peralta, de Diario Norte, nos hizo una nota y la comunidad supo de nuestro trabajo. Hay muchos que necesitan y se acercaron muchas personas que fueron colaborando. Coco Pacheco fue otro periodista que nos ayudó mucho. Gracias a eso recibimos aportes de leche, ropa, alimentos varios”.

“Celeste Segovia y José Mongeló se acercaron un día de mucho frío y vieron cómo atendíamos a los chicos y se comprometieron a construirnos un salón. Cumplieron y ahora estamos bajo techo y más cómodos. Todos estos avances se fueron dando gracias a la solidaridad de muchos que aportaron un granito de arena. De la parte oficial nunca recibimos nada, solo dos premios como el merendero del año, que incluye dinero, pero que no alcanza para ayudar en nuestra misión completa. Nosotros preferimos apelar a los actos solidarios de la sociedad y seguir adelante con nuestro trabajo social. Amamos y creemos en lo que hacemos y sabemos que, en esta cruzada, Dios está con nosotros”.

Actualmente, concurren al merendero cerca de 300 chicos, todos con su envase o su botellita de plástico, a retirar la leche, el pan o algunas galletas. Algunos días la ración no alcanza y se debe compartir. “Somos conscientes de que no alcanza para detener la desnutrición infantil, pero ayuda. Quienes lo reciben, lo saben y agradecen. Cada ración es mínima, pero tiene un alto contenido de amor que nace de un trabajo social desinteresado con el único fin de contribuir a que, por un
momento, se pueda estar mejor”.


La gente solidaria, con donaciones de todo tipo, desde hace siete años aporta día a día su granito de arena para llevar adelante la tarea del merendero, porque del Gobierno de la provincia no han recibido asistencia a pesar de hoy ser una de las ONG- inscripta en 2015- más conocidas en la ciudad de Resistencia. "La gente que tiene corazón solidaria, es la que mantiene al merendero", insiste en remarcar Mirian.

"Esto nos puede dar, (ser reconocida como Organización No Gubernamental), la posibilidad de brindar más servicios de los que en estos momentos ofrecemos, ya que no solo entregamos las meriendas para que los chicos la lleven a sus casas, sino que se ha sumado gran cantidad de profesionales y colaboradores quienes nos ayudan a luchar contra desnutrición infantil y atender la discapacidad de adultos mayores, que se acercan para ser atendidos de su dolencias y patologías propias de la edad. Por otro lado, también estamos trabajando en la parte social con diversos talleres que complementan la educación de niños y jóvenes. El merendero, poco a poco, se va convirtiendo en un Centro Cultural que cuenta con diversas actividades”.

Mirian Sosa es una madre en toda la dimensión de la palabra y sus pilares son sus cuatro hijos: Daniel, Dionel, Cristian y Rosa Anyelina, su nieto Miqueas y su pareja, Guillermo Ramírez. De Mirian se destaca su infinito amor, ya que dedica mucho tiempo a los casi 300 niños del merendero. A cambio recibe sonrisas amplias, generosas y tiernas. Eso alimenta su vocación de servicio y la mantiene activa. También es portera en la Escuela Nº 30 del Barrio Santa Inés bajo la Dirección de Viviana Blanco- antes lo hacía en la Escuela 833-, pero al no ser empleada oficial, espera que la nombren en ese puesto. Las personas como Mirian son muy necesarias en la sociedad a la que pertenecemos y merecen su reconocimiento.

“Miles de veces me caí y otras tantas me levanté. Le agradezco a Dios la fortaleza que me dio. Agradezco, también, por tener el privilegio de vivir cada momento tan intensamente. Soy muy feliz por ello”, fue la reflexión final de Mirian.



Fotos Jorge Tello


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