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Medio Oriente
Miércoles, 3 de septiembre de 2014
Cómo nació el grupo terrorista Estado Islámico
La organización yihadista volvió a estremecer al mundo al difundir un video de la decapitación de un segundo periodista estadounidense.



El grupo extremista Estado Islámico (EI), que este martes volvió a estremecer al mundo al difundir un video de la aparente decapitación de un segundo periodista estadounidense, pasó este año del anonimato a disputar el título de enemigo número del mundo occidental y cristiano tras tomar el control de parte de Siria e Irak y declarar la creación de un nuevo califato para todos los musulmanes.

La organización sunnita, que dice tener muchos miembros extranjeros, entre ellos varios oriundos de las potencias occidentales, nació tras la invasión estadounidense en Irak de 2003 y, hasta el inicio de la guerra civil en Siria, en 2011, operó principalmente en Irak, como una de las milicias insurgentes más activas.

Sus posiciones extremas le ganaron el reconocimiento de la red Al Qaeda, que lo declaró su filial en Irak bajo el nombre del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL).

Su poder se consolidó en 2010 bajo la dirección de su actual líder, Abu Bakr al Baghdadi, y con el retiro de las fuerzas ocupantes estadounidenses. Según estima Washington, durante esa transición logró triplicar el número de sus miembros y reunir más de 2.500 hombres.

Pero fue recién con el estallido de la guerra civil siria y con el aluvión de armas y apoyo militar que recibieron desde el exterior las milicias que se levantaron contra el gobierno de Bashar al Assad, un enemigo declarado de las potencias occidentales y sus aliados en Medio Oriente, que el Estado Islámico logró convertirse en uno de los grupos armados más importantes y agresivos de la región.

A principio del año pasado ya había señales de que la vanguardia de la insurgencia siria estaba pasando a manos de las milicias islamistas, y cuando los dos principales grupos armados yihadistas, el EIIL y el Frente al Nusra -la filial de Qaeda en Siria- rompieron su alianza y se enfrentaron militarmente, su presencia y su fuerza se hicieron evidente.

Pero mientras avanzaba en el norte de Siria, también continuaba creciendo y sumando aliados en Irak.
A fines del año pasado logró tomar gran parte de Ramadi y Fallujah, dos importantes ciudades al oeste de Bagdad, y, pese a los esfuerzos del Ejército iraquí y las alertas encendidas por sus socios norteamericanos y europeos, el EIIL avanzó de manera sostenida hasta controlar gran parte del oeste y el norte de Irak, incluyendo partes de la región autónoma kurda y de sus reservas petroleras.

En junio pasado selló su inédito avance con la captura de Mosul, la segunda ciudad de Irak, y la promesa de continuar hasta Bagdad.

Eufóricos tras la seguidilla de victorias militares, el EIIL cambió su nombre por el de Estado Islámico y declaró la creación de un nuevo Califato Islámico para que todos los musulmanes del mundo puedan vivir bajo la sharia (ley islámica).

El anuncio provocó el repudio de laicos y musulmanes de todo el mundo y, según la ONU, más de medio millón de iraquíes -la mayoría miembros de minorías religiosas- tuvieron que abandonar sus hogares y huir para evitar los ajusticiamientos o las ultraconservadoras reglas del nuevo califato.

La crisis de desplazados y la posible amenaza sobre Bagdad provocó, además, la reacción inmediata del gobierno de Estados Unidos. Desde el mes pasado, Washington ya lanzó más de un centenar de ataques aéreos contra las posiciones del EI en el norte de Irak y también logró convencer a muchos de sus socios europeos de armar a las fuerzas kurdas que lideran la batalla contra las milicias islamistas desde el terreno.

Pero el EI ha demostrado tener poder económico concreto, más allá de su convicción. La captura de Mosul le permitió apoderarse de enormes cantidades de dinero en efectivo y lingotes de oro de algunos bancos, calculados en más de 1.000 millones de dólares. Además, las principales potencias occidentales sostienen que reciben apoyo financiero de Qatar y Arabia Saudita.

Estas arcas del nuevo califato, la creciente violencia sectaria en Irak y Siria, los abusos y los errores de Estados Unidos y las potencias occidentales en la región, y el miedo han logrado que las filas del EI crezcan hasta sumar unos 50.000 hombres, de los cuales hasta 20.000 podrían ser extranjeros, según informó recientemente el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, una organización pro opositora con sede en Londres.


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