Sábado, 20 de Abril de 2024
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INICIATIVA DEL DIPUTADO GUILLÓN
Martes, 1 de abril de 2014
Proponen que las tumbas de los hermanos Velázquez sean declarado patrimonio histórico y cultural
El diputado Rubén Omar Guillón presentó un proyecto por el cual pide que sean declarados Patrimonio Histórico y Cultural de la Provincia del Chaco, a las sepulturas que guardan los restos humanos de los fallecidos ciudadanos correntinos Claudio Velázquez e Isidro Velázquez, localizadas en los Cementerios "San Francisco de Asís" y "Madre Teresa de Calcuta", de la Ciudad de General José de San Martín y de Machagai, respectivamente.


Se sabe que el legislador es además historiador ya que escribió en libro “El Zapallar, tenemos historia” y que también se puede leer online en www.mizapallar.com.ar , en el proyecto Guillón fundamentó lo siguiente:


Esta historia real, trascurrió en la geografía chaqueña, y cuyos protagonistas directos, han vivido, conocido amigos (encubridores y/o cómplices) y detractores, han secuestrado, robado, recorrido nuestras zonas rurales y urbana, y hasta fueron muertos (dos de ellos). Esta historiano puede ni debe entenderse como un hecho aislado. La Argentina ha sido tierra pródiga en gauchos alzados, todos perseguidos por la ley dominante en sus tiempos, pero acreedores del afecto y la simpatía de las poblaciones campesinas, que en no pocas oportunidades recibieron los beneficios de sus manos, sobre todo de la gente más pobre. La gente del campo los ampara de su vida errante, de su condición de eternos prófugos de la justicia, los ayuda en la procura de abastecimientos y en oportunidades los oculta o les facilita los medios para ocultarse o fugarse.

Pero que tienen estos personajes ¿por qué a pesar de vivir al margen de la ley la gente los admiraba, los protegía, y los apañaba?

En el Chaco las opiniones están furiosamente divididas. Las autoridades aseguran que esos primeros delitos fueron reales, pero lo gente dice que no, que los Velázquez sufrieron un hostigamiento injustificado de la policía que culminó con el encarcelamiento, su fuga, secuestros, asesinatos, años de persecución y muerte por una traición.

Tres factores deben examinarse:

El primero de ellos: EL MONTE:lugar que desde su misma infancia, han sido capaces de conocer y desentrañar sus secretos y enseñanzas, y que en los momentos decisivos, lo han utilizado inteligentemente para evadir la afanosa persecución policial. El monte era su verdadera casa. En el monte estaban seguros: los animales los cobijan, alimentaban, imitando sus sonidos se comunican entre ellos, hasta le adiestran como moverse y evadir: Los Velázquez confundían a la policía usando las técnicas del zorro y del guazuncho: caminaban doscientos o trescientos metros dejando los rastros, y volvían luego por donde había pasto. O bien caminaban pero en marcha atrás. Esto hacía suponer que venían cuando en verdad estaban avanzando en la dirección contraria.

Verdad absoluta que naciera de la propia boca de un comisario que participara de los operativos: “Velásquez, con un segundo grado aprobado, tenía la rapidez de un guazuncho y la inteligencia de un zorro”.

Los arbustos los cubren, los cobijan (en el interior de un ombú ahuecado muchas veces pernoctaron); les servía de fortalezas para escapar y hasta vigilar a los rivales o perseguidores. La naturaleza los adopta como hijos, es tan perfecta la sintonía entre el hombre y la creación que por momentos es imposible advertir quien es uno, quien es el otro, salvo por la racionalidad humana, aunque por momentos impresionan no tenerla.

El segundo elemento: EL ENTORNO: Pero no solamente lo protegieron la vegetación y la geografía indómita del Chaco. Miles de personas golondrinas habían emparentado su impotencia con la rebeldía de los hermanos. Muchos provenían como ellos, de Corrientes, Santiago del Estero, del Paraguay, y arrojados a su suerte, ni podían regresar a sus hogares ni encontraron trabajo debido a las secuelas de las crisis del tanino y al comienzo de la crisis algodonera que los condenaba a deambular por la provincia sufriendo las miserias de la desocupación.

Es indudable que necesitaron y contaron con la cooperación y simpatía para que la marginalidad de la ley por más de siete años fuera factible. En cada casa, despensa, cancha de carrera de caballo, paraje, supieron construir una red de amigos, cómplices, encubridores. Muchas veces compartían con sus cercanos eventuales parte del botín de los secuestros. Seguramente buscando el silencio cómplice y la protección en los rancheríos.

Hasta varios de sus secuestrados, obviamente, los secuestros que han tenido en final “feliz”: pago de la recompensa y entrega con vida de sus rehenes, atestiguan del buen trato y hasta a veces, la cortesía con que los trataban. Aunque uno de ellos hacía el papel de bueno, tranquilo, hasta respetuoso. El otro era el malo, el violento, al que le gustaba matar.

Los tobas ayudaban a los hermanos. Vivieron en diferentes casas. Se cambiaban de rancho como de ropas. Es entre los hacheros desocupados, los cosecheros golondrinas, y los indígenas donde los hermanos encontraron refugio cuando se alzaron contra la ley. La comunidad rural indígena y la criolla se expresa colectivamente en la identificación con ellos. Debido a su situación de despojo y se “retraso cultural”, estos gauchos se encargaban de recoger los valores que encarnaban justamente sus “gentes”: libertad, bravura, insolencia, destreza ecuestre, cansancio moral por la explotación en los trabajos en las chacras y estancias. En la población campesina especialmente, estaba arraigado el concepto de que los Velázquez eran bandidos rurales empujados fuera de la ley por la injusticia y hostigamiento policial.

Y el tercer elemento es el concepto que existía de la AUTORIDAD POLICIAL: La relación entre la policía y la gente era muy distante, ruda y hostil. Los presuntos autores de delitos menores eran brutalmente golpeados y no había contemplación para nadie. En aquella época no se preguntaba si era inocente o culpable, el agente tenía la última palabra. Nos los hacían declarar ni nada que se parezca. Entraban y los recibían a guachazos. Pegaban con la guacha que en la punta tenía una suela de cuero cruzado que disfrazaba el hierro. Parecía un chicote, pero era un arma. La policía era juez y parte.

Autoridad policial que fue burlada año tras año, que se veía en la necesidad de profundizar la adopción de todos los mecanismos para asegurar la captura de los delincuentes. Cualquier medio era lícito, aún lo más inmorales. El objetivo todo lo justificaba. Desde el apriete, la tortura a sus cómplices, maniobras extorsivas que buscaban que el cómplice o encubridor “cante” todo lo que sabía. Y de hecho que lo lograron: quienes fueron cómplices y/o encubridores, y directos beneficiarios de recompensa, bajo apriete y amenazas pasan a ser cooperadores de la autoridad policial para ultimarlos en la emboscada- camino de Pampa Bandera- bajo el signo de la traición, engranajes claves que permitiría consagrar el éxito del “Operativo Silencio”, como para revalidar el resultado vergonzoso del “Operativo Lapachito”, bautizado por el pueblo chaqueño como “Operativo Fracaso”, cuando Isidro Velázquez y Vicente Gauna, logran evadir un cerco de 800 policías.

Este concepto de autoridad policial seguramente mucho habrá influido para que la mayoría de la población, con su silencio o con su expresa colaboración, en esta puja de fuerzas se inclinara hacia los hermanos Velázquez. “La gente es ingrata, insidiosa y difícil de entender. Ahora que cazamos a Velázquez están en contra de la policía” Declaraciones a la Revista Así, enero de 1968, del Comisario Pujol, Jefe del Operativo, en enero de 1968.

¿Que caracteriza a los bandidos sociales? La relación que se establece entre el bandido y la gente es lo que diferencia a un bandido social de un delincuente común. Las prácticas de los bandidos no tienen intención revolucionaria de cambio, el objetivo es atenuar esas condiciones de dominación.

Lo cierto es que los Velázquez no realizaban ningún proselitismo o reivindicación: sólo pagaban protección y lo hacían con generosidad.

La construcción del mito de bandidos sociales, son prácticas contestatarias, de resistencia a la opresión. Así, como las clases dominantes se encargan de difundir los relatos que aseguren sus condiciones de dominación; las clases populares también lo hacen. No hay que perder de vista que la gente está admirando y protegiendo a alguien que está fuera de la ley, que robó o mató. Los Velázquez vivían fuera de la ley y no hay que negarlo porque sería erróneo o injusto para con ellos mismos. Para ellos, forman parte de la mitología de los humildes que lo consideran “protector”, como santos populares.



… Muchos pensaban que con la muerte de los Velázquez se bajaba el telón de una historia delictiva con ribetes cinematográficos.

Para muchos, sus nombres siguen siendo sinónimo de rebeldía individual o minoritaria, de una dignidad sin precio, que se aguanta la pobreza y sobrevive al saqueo del olvido, y se resiste a ser sepultado: viven en el imaginario social, ellos viven intactos, en cada fogón, en cada canción, en cada payada, en cada relato del padre al hijo, en cada recuerdo. Sus anécdotas y relatos que de ellos se pueden recoger, vienen siempre desde la voz colectiva y anónima del pueblo, nunca desde la historia oficial que parece borrarlo, olvidarlo, o esconder su nombre debajo de la alfombra. Estos personajes canalizaron resentimientos y broncas de amplias mayorías que en ese entonces, estaban excluidas del sistema. Los tiempos donde transcurrían sus vidas y andanzas fueron tiempos de extrema injusticia social, de constantes abusos, del rol de una autoridad policial desdibujada, y de escasas posibilidades de expresión de descontento popular a través de estructuras orgánicas oficiales.

Pasarán varias décadas, y nuevas generaciones vendrán con nuevos relatos de nuevos personajes sociales, que se rebelan, que resisten, pero que ahora cortan calles, hacen piquetes en las rutas, que parecen extorsionar y no respetar los derechos de la otra gran parte del pueblo que también quiere que se le respeta su integridad y su dignidad. Y se actualizarán las letras del Chamamé “El Ultimo Sapucay”….”vibra la selva chaqueña bajo el clamor de un valiente, que va cayendo doliente gritando su REBELION…..” y brotará el sapucay: un grito que puede ser de guerra, de vida o muerte, de tristeza o alegría, o de todo eso al mismo tiempo…… (Extractos del Libro de historia “El Zapallar, Tenemos historia” autor: Rubén Omar Guillón).

Indudablemente que la Argentina ha sido tierra pródigas en gauchos alzados: Claudio e Isidro han sido uno de ellos, los últimos de una raza en tierra chaqueña que ha contado entre otros, a Mate Cocido, y Vairoletto; pero como otros lugares al mismísimo José Artigas en sus comienzos y porque no, a Martín Fierro, todos perseguidos por la ley dominante de sus tiempos, pero amparados por sus pueblos postergados.

Esa raza extinta junto con el abandono de los campos a los fines del 60, no es olvidada por el boca en boca de los pueblos del interior chaqueño, y vuelven a revivir en algún chamamé y la luz de algún fogón, en cada payada, y en cada relato de padre a hijo, en cada anécdota, en cada recuerdo.

Aún hoy, las tumbas de Claudio e Isidro siguen siendo las más visitadas en los cementerios respectivos, fenómeno de religiosidad popular, una suerte de canonización colectiva, convertidos en un símbolo de rebeldía frente a las injusticias sociales; sin dudas, lejos de desaparecer, se van reciclando, tomando otros rostros, y otras formas, una clara manera de protesta social ante la falta, en sus tiempos y medio, de canales alternativos de expresar el descontento popular y los reacomodamientos de toda la estructura social.

Estos personajes históricos que mediante la tradición oral, la admiración y el profundo respeto popular “viven” intactos en cada fogón, en cada canción, en cada payada, y en cada relato de padre a hijo, en cada anécdota, en cada recuerdo; verdadero fenómeno sociológico que, más allá de sus detractores, subsisten en el colectivo social del pueblo chaqueño.

Muertos en sendos enfrentamientos con la fuerza de seguridad de la Provincia, (Claudio Velázquez- el 23 de mayo de 1963 en la Colonia Costa Guaycurú- Jurisdicción de General José de San Martín- Isidro Velázquez, el 01 de Diciembre de 1967 en el Paraje Pampa Bandera, Jurisdicción de Pampa del Indio), forman parte de la memoria colectiva del pueblo chaqueño, a través de la transmisión oral, escrita y visual, que rescata la memoria de quienes pueden ser considerados los últimos bandidos rurales de la Provincia.


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