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Por Delfo Rodríguez para la Revista CIMA
Martes, 13 de agosto de 2019
Seba Ibarra: Generando movimiento con origen chaqueño
Su música es el resultado de diversas situaciones vividas. Sus canciones el relato poético de los hechos. Su vida un sinfín de sensaciones y emociones.


Resistencia fue su cuna, la barriada de Villa del Carmen, vivía cerca de la Laguna, donde en determinados momentos había concurso de pesca de mojarrita, mientras otros intrépidos se tiraban o navegaban en balsa.

“La anécdota más bella tiene que ver con la laguna, en compañía de mi amigo Fernando. Encontramos unos tanques de nafta usados y abandonados, los recogimos y le pedimos a un tío mecánico que los sellara para que no se filtrara el agua; lo hizo, nosotros los usamos como flotantes, le agregamos madera y construimos una balsa, con ella nos fuimos a navegar a la laguna… Fue algo mágico, como una película. Una gran experiencia infantil que me marcó mucho”.

“La escuela primaria estaba frente a mi casa, en un momento me dieron una medalla como reconocimiento de asistencia perfecta (risas), de modo que era parte del paisaje. La secundaria fue distinta, me inscribí en la Escuela Industrial, por influencia familiar. Mi abuelo materno, Juan Gauna, tenía un galpón lleno de elementos en desuso, yo iba a curiosear y él decía que tenía espíritu inventor. Por esa razón pensé que la escuela técnica era la indicada para mis inclinaciones creativas.

El tema es que durante mi permanencia en ella, como alumno regular, conozco a Marcelo Meana con quien nos hicimos muy buenos amigos. Él tocaba muy bien la guitarra, y en ese momento todo cambió, archivé al inventor y le di paso al músico. Empecé a estudiar y me pasaban cosas que me movilizaban y me producían sensaciones agradables. Mientras hacía los ejercicios de rutina se me daba por crear melodías, modificar algunas conocidas y hasta escribir algunas letras para futuras canciones. Podría decir que ese fue mi comienzo, mi romance con la guitarra y mi vínculo con la música”.


EL COMIENZO

“En mi familia nadie esperaba que me dedicara a la música. Pero haciendo historia, mi abuelo paterno, Luis Ibarra, era bandoneonista, le gustaba el tango, se dedicó al rubro musical. Por otro lado mis tíos políticos eran músicos también, los vi trabajando y gracias a ellos supe que ser músico era una profesión, entre otras cosas. Uno de ellos, De los Santos Rodríguez, integra el grupo de Coquimarola, actualmente, siendo el cantante, en tanto Claudio Zanier, es un gran guitarrista, muy pulcro, cuida mucho su instrumento y como intérprete, es un virtuoso”.

“Ellos hacían folclore, pero a mí me gustaba el rock, cuando me largué a tocar formé mi primera banda, Aladelta, y hacíamos esa música. El nombre surgió de una canción de Divididos, hacíamos mucho cover, algunas las cantaba en un inglés que no resistiría un archivo”.

“Cuando se disuelve Aladelta, me fui a Buenos Aires con unos amigos y armamos Ojo Imán, un trío de rock. Fuimos a probar suerte porque como dice el viejo proverbio popular, Dios está en todos lados pero atiende en CABA, donde tiene su oficina. Trabajamos mucho y como experiencia fue muy buena, entendimos que para llegar a una meta o a lo que uno se propone había que trabajar mucho y en realidad no era muy distinto a lo que sucedía en Resistencia, nuestra ciudad”.


EL REGRESO

“Al regresar al Chaco con todo ese bagaje de conocimientos, descubrí que, así como los porteños le cantan mucho a su ciudad y todo lo que en ella se mueve, nuestra misión era hacer algo semejante, pero en mi tierra, cantarle al río, al calor que hace en mi ciudad, a la gente, contar lo que nos pasa y cómo somos, desde una perspectiva poética, a todo ello le agregamos una melodía y la convertimos en canción. Ese fue mi mayor aprendizaje de esa aventura capitalina, cada tema debe decir algo y tener un mensaje explícito. Como también la música tiene que servir para contar qué le sucede a nuestra sociedad a través de su sonido y de cada palabra. A partir de ese momento comprendí la dimensión -en toda su amplitudde lo que significa ser músico, cuando uno decide involucrarse y concientizarse de lo que representa ser un artista social”.

El crecimiento de este chaqueño, musicalmente hablando, está dado por el simple hecho de que su música se va enriqueciendo y alimentando de historias, de hechos, pero también de emociones y de muchas frustraciones que vive la gente, su gente; la que habita en el Chaco, su tierra. Difícil es aceptar la realidad de una sociedad si no se tiene la capacidad de bajar al llano, metafóricamente hablando, porque es allí donde el poeta se nutre y la melodía brota casi naturalmente.

Este cantautor supo diferenciar lo que sucede o se genera en la gran urbe y lo que pasa a media cuadra de su casa. Su regreso estuvo dado por esa necesidad implícita que vive dentro suyo, que lo llevó a descubrir que, en su lugar, había mucho para contar… Y debía ser contado.

Actualmente lleva tres discos editados y va por el cuarto, seguramente vendrán muchos más nacidos de esa influencia citadina pero además por la marcada tendencia a expresar su sentimiento chaqueño, que no es ni más menos que seguir haciendo historia, porquedentro de ella hay una identidad que lo define y que sabe cómo se interpreta y cómo se defiende.

“Con mi música intento llegar a la gente. Que si alguien la escucha en cualquier punto del país imagine cómo es nuestra región, cómo somos los chaqueños, que el que vive aquí se sienta identificado con ella y a su vez, de una manera u otra, movilice su pensamiento”.

“Mis inicios estuvieron en el rock, música que sigue estando en mí pero, aquel fue mi motor en tiempos de rebeldía innata, cuando soñaba que desde allí se podía cambiar el mundo, hoy me mantengo en esa esencia básica de vida pero a su vez he regresado a las fuentes, porque aprendí el valor de nuestra propia música, con la cual hoy, he logrado una especie de fusión, que me ha llevado a ver que existe un rock lugareño o, como en mi caso, darle una forma a lo que hago y he denominado pop litoraleño”.


“He logrado una especie
de fusión, que me ha
llevado a ver que existe
un rock lugareño o, como
en mi caso, darle una
forma a lo que hago
y he denominado pop
litoraleño”.



“En mis comienzos no estaba en mis planes subir a los escenarios, para mí, en esos tiempos era componer y grabar, me ataría mucho un estudio y plasmar mis canciones en un soporte. Pero hoy me di cuenta -en base a lo que hago- que el mundo de la actuación en vivo es mágico y se logra una comunicación más íntima con la gente, donde el aplauso es una gran recompensa al tiempo que es maravilloso, cuando surge el silencio para escucharte, esa sensación es indescriptible y te hace sentir que es necesario estar allí, no solo para comunicar, sino para saber que el espectador que te observa atentamente y lo hace es, porque se siente identificado”.

Seba Ibarra va en busca de una forma de expresarse y su vehículo es la música porque cree que allí está incrustado su pensamiento sobre la vida y luego, cuando decide regresar porque en su ciudad estaba aquello que fue a buscar, reconoce sus raíces, le agrega esos sonidos que viven en él. Sus canciones son el resultado de esa fórmula simple pero muy
efectiva, donde la convicción, el sentimiento y la pertenencia son parte de sus ingredientes que le dan sabor y consistencia a un producto estrictamente chaqueño, rico en expresividad, en raigambre y en valores sustanciales.



FOTOS JORGE TELLO


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